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Mostrando las entradas de enero, 2024

Disociación

 Lo bajan de una patada al perro del sillón por atrevido y maloliente. El viejo Zuncho le grita ¡Juira! al barbincho miniatura que se pierde en el pasillo oscuro. Canta la China unas coplas desentonadas, meta guitarra y copete que le desploma la vergüenza. El hombre escribe en la computadora estas palabras. Siempre el mismo hombre, siempre presente. Sin embargo, en las tantas historias que enredan su mente hay una que sobresale, esa que está expectante, la que es simiente de los embrujos que fascinan a los desprevenidos.  Esta historia es sobre la China, la de la guitarra, la que deshila su corazón como un ovillo que entrega para que todos tejan su bienestar. La China no sabe lo que es el presente porque en su mente acontecen los hechos de un futuro que no va a suceder. El dolor está latente como un eco que no la deja en paz.  La presencia de un calor invisible le indica los pasos, como la estrella primera le marca el rumbo al enviado de un dios que vaga por el desierto. ...

Mi perra Perla

 Es la primera vez que escribo sobre lo que me pasó esa tarde de noviembre de 1962. Caminaba por Parque Rivadavia con mi perra Perla. En esa época la avenida Rivadavia no estaba tan concurrida como en la actualidad.  Hoy por hoy parece que hay más autos que peatones. En conversaciones que tuve con mis hijos y sus amigos, que pertenecen a una generación más joven que la mía y con una mirada bastante más amplia sobre las situaciones del país, ellos dicen que la cantidad de autos se debe a que es el único bien de gran valor al que la gente de clase media, si es que existe todavía, puede aspirar. En el pasado estaba el famoso sueño de la casa propia, pero según mis hijos y sus amigos, ese sueño quedó en el pasado. Incluso lo tildan de sobrevalorado. A ellos se les hace más apetecible, cómodo, realista, vivir en lugares que no les pertenecen por períodos de tiempo relativamente cortos, sin acceder a las responsabilidades y las complicaciones que durante décadas tiene que sobrelleva...

Caso cerrado

Martin Cosentino y Juan Debandi estaban dispuestos a todo. Su prontuario era oscuro como sus almas y el plan que habían elaborado no tenía fallas. Junto a tres cómplices sacados de las peores calles y un contacto dentro de la policía estudiaron durante semanas los movimientos del banco, hasta que el trece de Septiembre entraron a robar.  Juan redujo al guardia como primera acción y detrás suyo entraron los otros cuatro. Martín le gritaba a la gente que se echara de panza al suelo esgrimiendo su arma en todas direcciones mientras los otros tres asaltantes se dirigieron a las cajas.  La alarma silenciosa ya había sonado en la estación policial, y por eso el contacto en la policía estaba encargado de retrasar esta señal de aviso. No contaban con que una señora los había visto entrar a las corridas y blandir las armas a través de las ventanas, y había llamado ya a la policía. Antes de que los ladrones pudieran terminar de recolectar el dinero de las cajas pensando que contaban con...